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Roberto era un niño de cinco años muy responsable, inteligente y soñador. A Roberto le gustaba mucho viajar y conocer mundo, y sus padres de vez en cuando, lo llevaban en coche a conocer nuevos paisajes.
Hoy iba a ser un día muy especial para Roberto, y aunque era un día lluvioso, Roberto presentía que algo mágico iba a suceder. Sus padres le querían dar una sorpresa y lo llevaron a cortarse el pelo a la peluquería infantil PABLETE´S.
Cuando Roberto entró en PABLETE´S, quedó sorprendido por todas las cosas que allí había. De repente, su mirada se centró en la vespa que utilizan para cortar el pelo a los niños, y sin dudarlo dijo con gran entusiasmo e impaciencia: “¡Yo quiero cortarme el pelo subido en la vespa!, por favor, ¡yo quiero cortarme el pelo subido en la vespa!”, y en cuestión de segundos, ya estaba Roberto subido en la vespa y preparado para que le cortaran el pelo.
Roberto estaba tan impresionado y excitado que empezó a simular que conducía la vespa, y de repente, se encontró en un mundo desconocido, un mundo de fantasía lleno de colores, pero algo extraño estaba sucediendo, los colores se estaban peleando, cada uno proclamaba que él era el más importante, el más útil, el favorito.
El verde decía: “Sin duda yo soy el más importante, soy el signo de la vida y de la esperanza”.
El azul interrumpió: “Tú sólo piensas en la tierra, pero considera el cielo y el mar, el agua es la base de la vida”.
El amarillo soltó una risita: “¡Vosotros sois tan serios! Yo traigo al mundo risas, alegría y calor, el sol es amarillo y sin mí no habría alegría”.
A continuación tomó la palabra el naranja: “Yo soy el color de la salud y de la fuerza, cuando coloreo el cielo en el amanecer o en el crepúsculo, mi belleza es tan impresionante que nadie piensa en vosotros”.
El rojo no podía contenerse por más tiempo y saltó: “Yo soy el color del valor y del peligro, soy el color de la pasión y del amor”.
El violeta enrojeció con toda su fuerza: “Soy el color del poder, reyes, jefes de Estado y obispos, me han escogido siempre, porque soy el signo de la autoridad y de la sabiduría”.
Así fue cómo los colores estuvieron presumiendo, cada uno convencido de que él era el mejor. Roberto estaba muy triste porque no quería que los colores se pelearan, él era un niño muy bondadoso y alegre, y sabía que si los colores se peleaban, entonces el mundo se convertiría en algo triste y sombrío.
De repente, a Roberto se le ocurrió una idea, “llamaré a la lluvia y le pediré ayuda”, entonces la lluvia empezó a caer a cántaros, implacablemente y los colores comenzaron a acurrucarse con miedo, acercándose unos a otros y buscando protección.
La lluvia habló: “Estáis locos colores, luchando contra vosotros mismos, intentando cada uno dominar al resto, ¿no veis que Roberto está triste y vais a convertir el mundo en tinieblas? Cada uno habéis sido creado para un objetivo especial, único, diferente, juntad vuestras manos y venid conmigo, Roberto quiere que estéis unidos en un gran arco de color, como recuerdo de que os ama a todos y de que podéis vivir juntos en paz”.
Y así fue como Roberto, gracias a la lluvia, puso el arco iris en el cielo, para que cuando lo vean otros niños, se acuerden de que tienen que respetarse los unos a los otros.
De repente, Roberto escuchó un ruido extraño, era el secador de la peluquera que le estaba secando el pelo, Roberto estaba tan entusiasmado cuando se subió a la vespa, que se había quedado dormido y todo lo había soñado. Roberto estaba muy contento con su nuevo corte de pelo y cuando salía de PABLETE´S, un haz de colores lo deslumbró, era el arco iris, y Roberto, emocionado y sonriente, miraba la intensidad de sus colores y decía: “Gracias amiga lluvia”.
FIN